Los patrones en la convivencia


Somos únicos. Eso es bien sabido por todos. Sabemos también que cada quien tiene una personalidad y una forma de pensar diferente. Ahora bien, con las familias ocurre algo parecido, por no decir que igual; y es que, cada familia tiene un patrón o un esquema que le identifica y le hace incomparable.

Dicho patrón incluye reacciones, comportamientos, creencias, métodos de crianza, opiniones, gustos, miedos y demás. Cada patrón viene o se origina de dos o más patrones, principalmente el de mamá y el de papá; los que ellos manejaban en sus hogares antes de tener hijos, incluso, antes de ser pareja. (Porque sí, hasta las parejas adquieren un patrón o esquema que les identifica como tal).

Pero, ¿por qué hablar de esto? Pues la integración adecuada de patrones es lo que nos permite -o no- tener una relación sana -y beneficiosa-. De ahí que sea elemental entender el proceder del otro, el origen de sus acciones y creencias; debatir sobre cómo se es en pareja o con los hijos; llegar a acuerdos para mejorar la convivencia y la crianza; en sí, quedarse con lo mejor de cada uno y llevarlo a la práctica.

Si bien los patrones son un arma de doble filo, está en nosotros la decisión de qué hacer con ellos: desecharlos, tenerlos como ejemplo de lo que no se debería hacer, adaptarlos, tomarlos como propios o que sirvan de ejemplo de lo que nos gusta o gustaría ser.


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