Un antes y un después.
Cada día es una experiencia
distinta, ya sea por lo que hacemos, por el ánimo que tenemos o por cómo
reaccionamos ante los estímulos que nos abordan durante el estado de vigilia.
Hay días de alegría, días de
tristeza, días de nostalgia, días de dudas, entre muchos otros.
Y sí, todos llegamos a tener
malos días. Todos pasamos por ratos no tan agradables a nuestro parecer.
Para mí por ejemplo, hoy ha sido
un mal día pero agradezco un par de cosas entre tanto mal: Estar
viva, estar sana y tener la oportunidad de aprender de las experiencias no muy
gratas.
El día de hoy ha estado colmado
de dudas, dudas que empezaron cuando un par de cosas no salieron como quería y
esperaba. Admito que no me gusta dudar, al menos no de mis acciones porque las
dudas son inseguridad, una inseguridad que me llena y contamina.
Durante parte de la tarde y la
noche he infectado mi mente, dudando de lo que estoy haciendo, de si voy por
buen camino o de si es realmente mi camino, de si estoy haciendo lo correcto,
de si esto es realmente lo que quiero hacer y de si soy o seré buena en lo que
quiero.
Mi seguridad decae mientras me
hago esas preguntas porque pongo en juicio mis capacidades.
(Tiempo después…)
Y luego de haberme recriminado
durante horas, reflexioné.
Me di cuenta que estoy
permitiendo que asuntos insignificantes me afecten a tal punto de cambiar mi
estado de ánimo y hacerme sentir miserable, eso no está bien. No debo
atribuirle esa característica a situaciones que no lo ameriten.
No todo va a ocurrir como quiero
que ocurra, no siempre voy a tener los resultados que quiero pero no por eso
voy a tirar la toalla. No voy por eso voy a dudar de mí, no voy a rendirme y
abandonar mis metas, no quiero ni debo.
Debo confiar en mis capacidades y
habilidades para afrontar los obstáculos del día a día, debo mejorarles en caso
de no ser lo suficientemente buenos y fuertes pero no debo abandonar la lucha.
No debo ahogarme en un vaso de
agua por una mala experiencia o por un mal día en general.
Porque…
Está bien sentirse mal por un
momento. Lo que no es correcto es que la inseguridad y el miedo permanezcan
mucho tiempo o van a interferir en el juicio que uno tiene de sí mismo y del
entorno.
También está bien tener miedo a
fallar y está bien no ganar siempre. El que algo no salga como esperamos y
“fracasemos” nos frustra, nos entristece y nos llena de sentimientos de culpa.
Pero cuando tomas plena conciencia de la situación, lo ves desde otra
perspectiva, la culpabilidad desaparece, la frustración disminuye y la tristeza
se convierte en ganas de superación.
…
Lo que a mí me paso hoy me tomó
desprevenida y eso es común, suele ocurrir con los fracasos o las “malas”
experiencias. A mí me tomó horas adoptar una postura diferente para poder sacar
provecho de la situación; en cambio, hay personas que tardan días, semanas,
meses e incluso años. Todo depende de que tan grave sea la situación
y en el tiempo que nos enfrasquemos en el problema.
Así que cuando algo vaya mal,
puedes ir y ahogarte en tus penas por un momento, o lo que prefieras.
Pero luego procura mirar todo desde una perspectiva diferente y verás que
logras sacarle provecho a cualquier situación que se te presente.
La vida son experiencias.
La vida es aprendizaje. La vida es vida y hay que vivirla.