En las últimas semanas me he dado cuenta que todos tenemos más rasgos en común de lo que pensamos. Y hay una característica en específico que nos está destruyendo; puesto que, nos denigramos más de lo que nos valoramos. Sí, en serio. Internamente, nos recriminamos lo que hacemos mal, nos desvalorizamos cuando algo no sale como queremos o no nos vemos como creemos que debemos vernos, hay frustración porque la realidad propia no es similar a lo “ideal”. Lo expresemos o no, seamos conscientes de ello o no, es un sentimiento que está presente y con el que la mayoría de los sujetos no han aprendido a lidiar. (Me incluyo, por ahora pues estoy aprendiendo a lidiar con esto último).
Estamos acostumbrados a resaltar lo bueno y lo malo de las personas pertenecientes a nuestro entorno pero cuando se trata de uno mismo, todo cambia. Ignoramos lo positivo y nos concentramos en todo lo contrario. Sumamos y sumamos aspectos negativos hasta que destruimos el concepto que tenemos de nosotros mismos, nuestra seguridad y como consecuencia, nos desmotivamos. Dejamos de vivir como deseamos por los refuerzos negativos que aportan el "no soy suficiente" y el "no soy capaz".
Casualmente, hoy escuché a alguien decir algo que me hizo ruido por lo acertado que es: "Los problemas son experiencias. Experiencias que uno decide cómo y cuánto te afectan".
El día a día está lleno de situaciones, acontecimientos y problemas que no son más que experiencias, que forjan y moldean la personalidad. Cada individuo tiene el libre albedrío de decidir que escuchar, atender, sentir, interpretar, responder, retener y que dejar ir. Es el ser quien otorga valor o interés; a los objetos, a los lugares, a las experiencias, a las personas y a sí mismo. Posteriormente, el sujeto se auto-reprocha por las medidas que ha tomado ante los problemas o las consecuencias que aquello le acarrea.
Si aún lloras una pérdida, eres tú quien no deja ir a esa persona. Déjale ir, no te tortures.
Si no te sientes capaz, date la vuelta y ve cuanto has logrado.
Si no te sientes suficiente, ve la huella que has dejado en cada persona que conoces. Posiblemente pienses que no la hay pero sí, siempre hay algo por pequeño que sea.
Si no te aceptas como eres, intenta encontrar un equilibrio entre lo que quieres y lo que eres. Empieza por ver el espejo porque adivina que es lo que ves... ¡es tu reflejo! ¡Eres tú! Ama y valora cada parte de lo que está frente a ti.
Si sientes que deberías dejar de amar a alguien porque no te corresponde... uno no escoge a quien querer, así que quiere sin reservas y si hace daño, pues aléjate.
Si sientes rabia, libérate. Nadie merece estar lleno de sentimientos tan negativos y destructivos.
Piensa, medita, analiza. No tomes decisiones apresuradas. Siente, expresa y no te reprimas porque acabarás por somatizar las energías negativas o positivas y eso conlleva consecuencias. Vive para ti, por ti. Vela por tu felicidad, por tu bienestar biopsicosocial.
Otorga más valor a lo bueno que a lo malo. Recuerda la regla matemática de la adición, signos diferentes se restan y el resultado tendrá el signo del valor mayor. Y si por casualidad, lo negativo es más relevante y empieza a afectarte, búscale el lado positivo. Aprenderás de ello.
¡No dudes de ti mismo!
Todo empieza por ti. Depende de ti.
Aumenta la seguridad en tus acciones y en ti, eso será un apoyo fundamental para que tu motivación también se eleve y todo vaya "viento en popa".
Sé, porque la experiencia me lo dice, que es más fácil decir que hacer y es una verdad universal. Incluso siempre me digo a mi misma que voy a cambiar y que voy a comenzar a resaltar lo positivo en mí, más que lo negativo. Es difícil y en el fondo, no quiero. No quiero porque tengo miedo. Me da miedo intentarlo. Y me da miedo no lograrlo.
Pero hoy, me llené de valentía. Me comprometí con un grupo de la universidad y conmigo misma a realmente cambiar algunas creencias y perspectivas que tengo, porque no me están proporcionando ningún bien.
Puedes plantearte ese reto también e intentarlo. Hoy, mañana, cuando te sientas preparado.
Ten en cuenta que el cambio empieza cuando aceptas que debes hacerlo, cuando te lo propones y por supuesto, cuando comienzas a intentarlo.